miércoles, 20 de abril de 2011

Superaría ya los U$S 300 millones el colosal imperio de Alperovich


El gobernador José Alperovich controla un imperio colosal de propiedades y empresas que está a la vista de todos los tucumanos, y que no deja de crecer día tras día desde 1999, cuando aterrizó en la Casa de Gobierno de la mano de Julio Miranda.
Por toda la provincia se ven proliferar los nuevos emprendimientos edilicios del clan Alperovich-Rojkés, mientras que múltiples sociedades que responden al poder siguen invirtiendo en campos en provincias vecinas, participación en los call-centers pagados por el gobierno, medios de comunicación que logran millonarios ingresos de publicidad oficial, propiedades (cuyos dueños previamente reciben aprietes de todo tipo, para vender barato), empresas turísticas, ostentosos vehículos, locales comerciales, galerías, etc.
Mientras el peronismo dirime a los tiros su cercanía con el dueño de la provincia, y ante la indignación (todavía silenciosa) de miles de tucumanos, custodiado por decenas de guardaespaldas, Alperovich todos los días reparte contratos y negocios jugosos entre los integrantes de su círculo.
La impunidad es absoluta. La Justicia está controlada en su punto más alto por ex colaboradores de Alperovich, y ya no garantiza los derechos de quienes se oponen al jefe. Los demás organismos de control también han sido copados por empleados del poder.
La Legislatura ha sido convertida en un deshonroso apéndice del Ejecutivo. Todo se maneja allí con dinero, bajo la batuta del político más ladrón de Tucumán (viene robando sin tomarse descanso desde 1983, bajo múltiples cargos y siglas políticas). El personaje fue puesto allí para ocuparse de no dejar rastros en la recolección y distribución del metálico.
Pronto, se darán el lujo de inaugurar con bombos y platillos el nuevo edificio legislativo: el negociado más grande, a través de una adjudicación directa que costará 150 millones de pesos. Casi 30 millones ya fueron directamente al bolsillo del mandamás. "Será un monumento a la democracia", afirmó Alperovich sin ruborizarse.
“En tres o cuatro años voy a hacer el triple de la plata que vos tardaste tres décadas en conseguir”, había sido el pronóstico del gobernador recién electo a su progenitor. Ya consiguió su objetivo, y ahora tendrá pensado vivir 400 o 500 años más para poder gastar una parte de su fortuna.
A los pocos días de ganar las elecciones de 2003, Alperovich expresó a los periodistas: “Yo llego sin compromisos. Vengo a jugar fuerte, no vengo a joder. También sé cómo usar mi poder. Que nadie me venga a apretar porque se acabó la joda. Tipo que meta la mano en la lata va a ir preso. No voy a tirar 30 años de la empresa de mi viejo en esta provincia. Yo vivo acá, no tengo casa en Buenos Aires ni negocios en Miami”.
Hoy, la fortuna personal del mandatario –según la estimación de un empresario top de Tucumán, que conoce casi todos los negocios de la familia Alperovich- supera los 300 millones de dólares.
Un imperio que está a la vista de los pacientes tucumanos, con un crecimiento explosivo desde que Alperovich entró en la Casa de Gobierno, y que dará para vivir gratis a varias generaciones, aunque no se sabe si en los próximos los dueños de los apellidos del poder podrán caminar tranquilos por la calle.
Concesionarias de autos, camiones y maquinarias agrícolas; empresas constructoras, inmobiliarias, emisoras de radio como LV12 y FM Regional, campos con soja y ganado (especialmente en Salta y Santiago del Estero), exportadoras de carbón vegetal y otros recursos no renovables de la provincia y la región, participación en call centers subsidiados por el Gobierno, centenares de casas y locales comerciales, acciones en empresas de servicios que cobran del Estado provincial, productoras de programas de TV (como el que conduce su cuñado en Canal 8) e Internet, agencias de publicidad, fundaciones ideales para utilizar como cobertura de otros negocios, hoteles, inversiones crecientes en Miami y Punta del Este (otro de sus cuñados viaja continuamente para adquirir propiedades), etc.
Buena parte de la colosal fortuna en apariencia está a cargo de familiares -con muchos de los cuales ha superado fuertes distanciamientos, en pos de seguir haciendo negocios conjuntos-, amigos (como el caso de un ministro, quien quedó “en la lona” luego de prestar su nombre para un crédito de la Caja Popular de Ahorros hace una década), y testaferros, sobre los que “José” ejerce un control implacable.
“No se le escapa ni un peso”, sostienen los que lo conocen. “Y siempre quiere agarrar todo. Antes de que se separase comercialmente de su padre y de su hermano, en la concesionaria le decían el Pac-Man, porque se quedaba con todo lo que encontraba a su paso.”

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