viernes, 4 de diciembre de 2009

Una aventura que corona el vuelo de los cóndores


El camino es enroscado y en ascenso. La travesía comienza en las yungas subiendo por Raco. Hay que cruzar varias veces el río Grande, que parece el más empedrado del mundo. Los senderos dibujan "zetas" en la montaña y, por el tipo de camino, sólo se puede llegar a pie o a caballo. Son sitios casi inexplorados, pero el esfuerzo tiene su recompensa mayor al llegar a la posada Las Queñuas, una estancia enclavada en las montañas de San José de Chasquivil, donde el viento parece soplar una vidala del silencio.En el trayecto es posible cruzarse con la gente del lugar, que vive aislada, pero que se acostumbra a recibir cada vez más visitantes. Los turistas saben de antemano que la experiencia está basada en el cuidado de los recursos naturales, y el respeto a la cultura y a la historia del lugar. La estancia es una reserva natural, privada, que sorprende por la variedad del paisaje. Hay lagunas, y el entorno está repleto de guanacos. Es imperdible visitar "las condoreras" al amanecer, cuando los cóndores sobrevuelan en busca de alimento. Y, si de volar se trata, también se puede llegar en helicóptero o en avioneta, pero no tiene el mismo sabor de aventura.

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