viernes, 18 de junio de 2010
Pigu Romero: no hay otro lugar en el mundo como Tucumán
En Tucumán se vive mejor que en cualquier otro lado”, dice el deportista más famoso de la provincia, quien recorre el mundo practicando golf y ganando sumas muy importantes de dinero, pero siempre se da un tiempo para volver a descansar a su querida Yerba Buena
Andrés "Pigu" Romero nació el 8 de mayo de 1981, en Yerba Buena, Tucumán, a metros del Jockey Club de Tucumán, donde se ubica la cancha de golf.
"Mis primeros pasos en el golf los di a los 8 años y me hice profesional en 1998, luego de trabajar mucho con mi tío Miguel, una persona que me marcó mucho durante mis comienzos."
Luego de ganar tres veces en Sudamérica, en su primer año en Europa ganó el Morson International ProAm Challenge, lo que lo ayudó a conseguir la tarjeta para el European Tour. El 2007 fue un año muy especial para el crecimiento profesional de Pigu. "Estuve muy cerca de ganar el Open Británico, en Carnoustie, pero al final terminé 3°, a solo un golpe del play off. De todas maneras no me caí y a la semana siguiente gané mi primer torneo en el Tour Europeo, el Deustche Bank Players Championship, en Hamburgo, Alemania, por tres golpes."
Hoy, el jugador tucumano es un animador de primer orden en cualquier campeonato de golf en Estados Unidos, Europa o cualquier parte del mundo.
Pigu dice que le encanta caminar por las calles de Tucumán. “Siempre estoy feliz de volver a mi lugar querido, a mi provincia y sobre todo en Yerba Buena, que es un lugar muy tranquilo. Ojalá pueda vivir siempre aquí en mi casa.”
Dice que si bien le gusta la competencia, durante los viajes extraña mucho a la familia, los amigos, la casa los asados, las guitarreadas. “Como vivimos nosotros en Tucumán no se vive en ningún lado y por eso soy feliz cuando vuelvo.”.
Atrás, muy atrás quedó ese niño moreno de pelo oscuro y ojos achinados que corría hacia la cancha del Jockey Club, armaba sus palos con los hierros gastados y la goma de una bicicleta y soñaba que era un profesional, que ganaba un trofeo y que la gente lo aplaudía.
Probablemente cuando agarró su primer palo de golf -una rama de mora- no imaginó ni durante un segundo que su sueño se cumpliría a rajatabla y que con tan sólo 29 años llegaría a ser uno de los 22 mejores golfistas de todo el mundo.
"A los 8 años ya sabía perfectamente lo que quería ser en mi vida. Hago lo que amo y eso no tiene precio. No podría ser otra cosa", resume el Pigu, que conserva la humildad que debe haber tenido cuando se inventaba "hoyos" para jugar en las calles de tierra de Yerba Buena.
Llega a la entrevista 15 minutos más tarde de lo pactado. "No encontraba a dónde estacionar el auto", se disculpa con una sonrisa que acentúa aún más lo rasgado de sus ojos. Un tostado mixto y una Fanta son los elegidos para acompañar al recuerdo, a esas tardes de sol en el Pasaje Jujuy con "sus amigos de toda la vida, los del barrio", en donde pasaba días enteros jugando a ser lo que es hoy.
"No pensaba en otra cosa que en el golf. Le ponía una gomita de bici a los hierros, para no lastimarme la mano, y jugaba al golf en la cancha, desde la mañana hasta que se hacía de noche", recuerda. En esa cancha que estaba a tan sólo 100 metros de la casa en la que vivía junto con sus padres y sus ocho hermanos, el Pigu se enamoró del golf.
Fue allí cuando a los 11 años obtuvo su primer trabajo, obviamente de caddie.
"¡Cómo me gustaba mi trabajo! Le llevaba los palos a los jugadores y ni se me cruzaba por la cabeza terminar en donde estoy", recuerda con una media sonrisa.
Es imposible no preguntarle al Pigu Romero qué siente hoy cuando se cruza con todos aquellos jugadores a los que de chico les llevaba los palos de golf.
"Siempre me los cruzo y me llevo muy bien con todos. Pero eso sí, cada vez que los veo les pregunto: ¿se acuerdan cuando les tenía que llevar los palos, me retaban y me hacían esperar hasta las ocho de la noche muerto de frío en la cancha? Ellos se 'matan' de risa y yo también", confiesa Romero, sin un dejo de resentimiento en su mirada.
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