domingo, 20 de junio de 2010

¿Quiénes vivían en los Valles Calchaquíes hace 10 mil años?


Hay unos 10 mil años de ocupación humana en los Valles Calchaquíes, durante los cuales ocurrió una secuencia de estadíos y se produjo una evolución del paisaje y de las comunidades.
Un primer estadío de cazadores y recolectores paleolíticos (Etapa Paleoindia) se ubica en la segunda fase del retroceso de los hielos (13.000 a 9.000 a.C.), con culturas precerámicas a las cuales pertenece Ampajango.
El uso del arco y puntas para caza mayor aparecerían más tarde en la Formación Ayampintín.
La cultura de Ayampintín representa economías cazadoras y recolectoras. Lograron desarrollar las puntas de flechas de piedra, posteriormente desarrollaron los instrumentos de molienda, especializándose en la caza de guanacos, ñandúes y ciervos.
El arma que utilizaron fue el lanzadardos o propulsor, la punta de los proyectiles era de forma diferente a cualquier otra cultura, lanceoladas o almendradas.
El arco y la flecha son instrumentos de creación más reciente. Formaban grupos de 30 o 50 individuos. Eran nómadas, debido a su economía basada en la cacería.
Practicaban seguramente un nomadismo condicionado a la disponibilidad de alimentos, eran oportunistas, dependiendo de recursos que variaban espacial y estacionalmente. El tamaño de estas poblaciones trashumantes debió estar regulado por esos factores y es improbable que causaran un daño importante o perdurable en el medio ambiente.
Esta cultura sobrevivió hasta aproximadamente el 500- 1000 d.C. La extinción de varias especies de grandes mamíferos (parientes de llamas, caballos, edentados, elefantes y felinos actuales) a finales del Pleistoceno difícilmente pueda ser atribuida a la presión de caza de estos grupos de cazadores.
La idea actual es que esta megafauna sucumbió debido a cambios climáticos relativamente bruscos solo soportables por especie más pequeñas que actualmente existen. Un segundo estadío comienza a desarrollarse hace aproximadamente hace 2.000 años con la llegada de culturas más avanzadas desde el norte, Bolivia y Perú, donde existían civilizaciones más antiguas.
Comienza un período agrícola-pastoril con culturas agroalfareras a lo largo del Holoceno, que se localizaron en conos de deyección y pedemontes.
Se inicia un proceso de ocupación de terrenos aptos para cultivos, donde los grupos humanos se sucedieron durante muchas generaciones significativamente en el mismo sitio hasta la llegada de los europeos.
Los grupos humanos que ocuparon la quebrada de Amaicha, por ejemplo, fueron ascendiendo sucesivamente las laderas montañosas a medida que evolucionaron en culturas agroalfareras y pastoriles.
Esto sumado al hecho que lograron mantener una población bastante superior a la actual, manteniendo y aún aumentando la productividad de la tierra, da la pauta que hace 2.000 años los antiguos pobladores del valle manejaban los ecosistemas de altura de manera más conservacionista y equilibrada.
Entre las prácticas de subsistencia que empleaban se encuentra la cría en semidomesticidad de llamas, alpacas y vicuñas, el cultivo de plantas autóctonas como quinoa, papa, maíz, y la recolección de frutos en los entonces más extensos bosques de algarrobos.
El máximo desarrollo parece haberse alcanzado entre el 1.000 y el 1.300 d.C., con estructura agraria, canalizaciones de agua para riego y cultivos en terrazas para evitar la erosión. Este conocimiento del manejo de la tierra, la utilización racional de agua y del espacio, la utilización de especies autóctonas para alimentos y medicinas, muestran a culturas avanzadas y armónicas con su medio ambiente.
Un tercer estadío comienza con la llegada de los europeos hace 400 años, la introducción del ganado caprino y la tala indiscriminada, junto a otros patrones culturales del manejo de la tierra que produjeron aceleradamente una modificación del paisaje. Disminuyeron aceleradamente los bosques de algarrobos en el fondo de valle a lo largo del río Santa María y su reemplazo por un monte achaparrado.
Otros requerimientos de agua y técnicas de labranza inapropiadas iniciaron un proceso de profundos cambios en el medio ambiente y su fauna. La reducción de la cobertura vegetal, por otro lado, acrecentó el impacto de la erosión eólica, acelerando la desertificación.
El sobrepastoreo redujo la multiplicación de árboles producto de la cría “a campo” de ganado sin control eficiente. Estos problemas se magnificaron en los últimos años, produciéndose una alteración de las cuencas hídricas a más de 3.000 m de altura por pisoteo y sobrepastoreo de ganado y la quema de grandes extensiones de turberas y pastizales de altura.

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