sábado, 24 de abril de 2010

"La Pantera Tucumana" recuerda los hitos de su carrera


Sin resentimientos, pero con la firme convicción que trasuntan sus palabras, La Pantera Tucumana recuerda sus épocas de gloria cuando llenaba el mítico Luna Park, aún sin haber sido campeón, al tiempo que le da cabida a una fuerte autocrítica a su vida arriba y debajo de los rings.

-¿Quién despertó tu interés por el boxeo?
-A mi padre, Antolín, mecánico ferroviario, le gustaba verlo y a mis nueve años, me mandó a practicar al club Unión Tranviarios de San Miguel de Tucumán con quien fuera mi primer entrenador, Ramón Aguirre. Y más adelante, me fui con René Castro, el DT que me guió en mi campaña amateur y en parte del profesionalismo.
-¿Y por qué peleaste igual en inferioridad de condiciones?
-Lo consulté a mi manager, Tito Lectoure -que se había vuelto a Buenos Aires a acompañar a Víctor Galíndez cuando ganó el título mundial en el Luna Park frente a Len Hutchins- y con mi grupo de trabajo. Y entre que no sobraban las oportunidades para pelear por un título mundial y que si no peleaba, no cobraba yo pero tampoco ninguno de mis colaboradores, decidí pelearlo igual aún sabiendo que no ganaría.
-Imagino que por tu instinto igual subiste a ganarle…
-¡Por supuesto! Es más, en el segundo round lo acerté abajo y escuché su quejido porque lo sintió. El tema era que él estaba entero, y aunque no era un noqueador, era veloz y metía las manos justas. Subí llorando del dolor, pero si hubiera estado en condiciones, me tenía una fe bárbara.
-¿Es cierto que con cada una de las peleas de esas grandes peleas ganabas el valor de una casa y dos autos 0 Km?
-Sí. Realmente ganaba muy bien. Yo boxeé por la muy buena plata que me pagaban más que por otra cosa. Andaba bien pero después perdí casi todo.
-Y qué te pasó?
-Como los boxeadores no tenemos obra social, para poder curarme el hombro perdí todos mis ahorros. Tuve la desgracia de caer en manos del doctor Miguel Fernández Schnoor, quien fue el responsable de, prácticamente, el fin de mi carrera.
-¿Por qué?
-Me infiltró con una jeringa mal esterilizada y me mandó a entrenar inmediatamente, provocándome una infección que tardó más de dos años curarse para poder volver a pelear en mínimas condiciones pero, igual, casi no podía subir mi brazo derecho.
-¿Cómo estás de dinero?
-Estoy tranquilo porque desde que me retiré, trabajo como personal auxiliar estable del Congreso Nacional. Pero del boxeo, solamente me quedó mi lesión y el abandono de los amigos de la fama.
-Volvamos por un rato a tu carrera: a partir de la derrota frente a Napoles, tu carrera no fue la misma pero igual te la jugaste ante fenómenos como Miguel Angel Campanino, Tito Yanni y Uby Sacco, frente a quien te retiraste el 8 de octubre del ’83 perdiendo por KOT 5º.
-Mentalmente, mi carrera se había terminado frente a Napoles ya que estuve más de un año parado por mi lesión. Cambié de técnico un par de veces (en su rincón estuvieron Luis Federico Thompson y José Aldrovandi -el DT de Horacio Accavalo, “con quien entrenábamos juntos”, recuerda el tucumano) y, cuando volví, ya no era el mismo. Entre mi brazo herido y el alcohol que yo creía dominar pero era al revés, me entrenaba muy poco. Por ejemplo, con Yanni, Sacco y Campanino casi no podía levantar mi brazo derecho. No pongo excusas, pero fue la realidad.
-Qué te dio y qué te quitó el boxeo?
-Me dio reconocimiento y dinero pero me dejó secuelas en mi salud. Me hubiera gustado más estudiar -llegué a segundo año comercial- y trabajar de otra cosa. A Tito Lectoure no le gustaba que dijera lo que te voy a decir y tuvimos un par de discusiones al respecto, pero era la realidad: Nunca me gustó el boxeo.
-¿Cómo? Esa es toda una revelación!
-Lo digo sin resentimientos: yo elegí ser boxeador, en un momento, por ahí me entusiasmé pero es demasiada dura la rutina y a mí me dejó más cosas malas que buenas. Es muy sacrificado: llegué a estar un día y medio sin comer ni tomar nada para dar el peso. Hoy por hoy, no lo repetiría: seguro que no sería boxeador. Es que después del retiro, le pregunté a mi almohada: ¿y ahora qué hago? No estaba preparado para el día después.
-¿Ves boxeo actualmente?
-Muy poco. Me gustan Omar Narvaes, por lo inteligente, y Marcos Maidana y Lucas Matthysse por lo que pegan. Pero ya no me entusiasma. Fijate como será que a mi pequeño hijo Marcos, de 8 años, le gusta el fútbol en lugar del boxeo. Y yo respiro tranquilo. Igual, al que le guste y descubra que tiene condiciones, que lo intente.
-¿Pudiste haber llegado a más en el boxeo?
-Sin dudas. Formé un buen récord (61 victorias, 13 derrotas y 13 empates, con 35 nocauts), peleé con los mejores y aún, ganando o perdiendo, me la jugué entero arriba del ring, y tenía todo para ser campeón mundial, pero se me escapó la oportunidad y hoy es tarde para lamentos.

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