Cuando un viajero aterriza en el aeropuerto, y se traslada hacia San Miguel de Tucumán, puede llegar a respirar olor a podrido, observará grandes columnas de humo y la caída de hollín. Pero todo el año al atravesar el puente del Río Salí (que casi no lleva agua), se puede ver un enorme basural en las márgenes del río. A unos metros del basural vive gente en viviendas precarias. Se quema basura, la gente se baña en el río, hay animales muertos, y mal olor.
Los responsables de tener un basural en la entrada de la ciudad y no hacer nada, es el gobernador Alperovich (ya que el basural se encuentra en las márgenes del Río Salí). También es responsable el intendente de San Miguel de Tucumán, Domingo Amaya (ya que la basura es de la capital). El secretario de Medio Ambiente de Tucumán, Alfredo Montalván, no cuida a la gente que vive en las márgenes del río, rodeada de montañas de basura. Tampoco cuida el cauce del Río Salí, el cual está recibiendo los fluidos del basural. La policía de Tucumán tampoco hace algo al ver las decenas de carros que ingresan por día, para arrojar basura. Y el Presidente del Ente Tucumán Turismo también es responsable por no hacer alguna gestión para sacar el enorme basural
Los medios de prensa no están haciendo eco a este grave problema ambiental, cultural, institucional, turístico y de salubridad. No es posible que en el ingreso a San Miguel de Tucumán, proveniente del aeropuerto, haya un enorme basural a la vista de todos, y que nadie haga algo.
Por eso pienso que este problema traspasa la vergüenza, ya que se convierte en un hábito social, donde todos nos estamos acostumbrando.
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