El historiador tucumano falleció esta madrugada en la Capital Federal. Tenía 65 años. Desde las 9, sus restos serán velados en el Congreso Nacional
Con la muerte del doctor José Ignacio García Hamilton, ocurrida a los 65 años y tras una penosa enfermedad, se aleja una figura nacional e internacional de sobresaliente relieve, tanto en el terreno de la producción intelectual como en el de la vida cívica.
Desde la época de estudiante, mostró una clara inquietud por ahondar su formación. Así, por ejemplo, realizó entre 1963 y 1969 diversos cursos, tales como "Panorama de la cultura española", becado por el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid; "Organización de la Justicia del Trabajo", en la Universidad de San Pablo, Brasil, y "Organización de las empresas periodísticas", de la Sociedad Interamericana de Prensa. Inclusive dictó, a fines de los 60, la cátedra de Historia del Periodismo de Tucumán, en la Escuela de Periodismo que por entonces tenía el Círculo de la Prensa. Era ya un voraz lector de libros de historia y de ensayos sobre política, temas sobre los que conversaba y debatía con una enorme variedad de amistades, del más diverso arco ideológico.
Publicó "Vida de un ausente", biografía novelada de Juan Bautista Alberdi, que difundió extraordinariamente el derrotero del prócer tucumano y que merecería gran cantidad de reediciones hasta la fecha. Por ese libro, la Fundación Konex lo diplomó como una de las cinco mayores figuras literarias de la década 1984-94, en la disciplina Biografías y Memorias. Pronunció conferencias sobre la vida y obra de Alberdi en las universidades norteamericanas de Georgia y Loyola, y el tomo fue incluido por la editorial española Altaya en su colección "La novela histórica universal". Ese año 1993, la Secretaría de Cultura de la Nación le otorgó el Premio "Consagración Nacional" destinado a obras de Letras, Arte y Ciencia.
El doctor García Hamilton fue un hombre de hogar, entrañable compañero de su esposa, de sus seis hijos y de sus dos nietos. Era también persona de muchos amigos, atraídos por su intensa simpatía de trato y su espontánea disposición a comprender y a ayudar al prójimo. Tenía un corazón sano, incapaz de guardar rencores, actitud que demostró largamente en el terreno de las ideas. Era un sincero y fervoroso militante de la democracia, a la que concebía dotada no solamente de libertad, sino también de responsabilidad y de tolerancia. Su partida deja un gran vacío en todos los sectores de una sociedad a la que supo servir con resuelto compromiso, y que por eso no habrá de olvidarlo
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